martes, 22 de marzo de 2011

EL RAP DEL ROTO BLOG

No hace mucho tiempo que estrené este blog
Pero ya hace más de un mes que paso de él
Y mira tú por donde que hoy me he "levantao"
Con la mente intoxicada de este rapeaoooOH!! MY GOOD!!

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En tres meses sólo he escrito cuatro mierdas deprimentes
Y con esto, aunque mierda siga siendo, al menos me estoy riendo
No es el nombre de la peli de aquel poli de hojalata
Es la última cagada de una mente depravada

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No nací para bloguero y menos para rapero
Y así pasa que mi mente me juega malas pasadas
Y aunque el menda me la sude bien decía aquel Sabina
“No me gu... no me gu... no me gusta el rap”
¡¡No me ‘h’o... no me ‘h’o... no me ‘h’odas más!!

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Y ahora que me he desahogado con esta mierda 'rapeado
No me pidas que te cuente que cojones me he fumado
Sólo sé que esta mañana he meado, me he duchado, mi café me he preparado y...
¡¡Al final he despertado!!
Y estas rimas asesinas en mi mesa me he encontrado.

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martes, 8 de marzo de 2011

DE LO QUE NI SE ES NI SE HA SIDO NI SE SERÁ JAMÁS AÚN SIENDO IDEA

A veces me pregunto hasta qué punto sigo siendo la misma persona que era hace, por ejemplo, 30 años o, sin ir más lejos, hace sólo 10 años. Me refiero a que si es posible que una persona cambie tanto en su forma de ser, su forma de ver las cosas o, desde el punto de vista neurológico, de procesar la información y los estímulos que le vienen del exterior que, pasados los años, no tenga nada que ver con la persona que fue cuando su personalidad comenzó a forjarse en su infancia, hasta el punto de que un anciano muera siendo alguien totalmente distinto a aquel que fue durante su juventud.
Dicha reflexión surge del hecho de que, cuando intento recordar sensaciones o reflexiones abstractas que tenía de pequeño, ya no consigo revivir aquella inmensidad, aquel vértigo o esa impotencia que me hacían sentir dichas reflexiones. El ejemplo más palpable de esto que intento explicar es una idea que me mantenía la cabeza ocupada durante horas acerca de la imposibilidad de ser otra persona al mismo tiempo. Idea que, por otro lado, nunca he llegado a saber a ciencia cierta de donde me vino. El caso es que intentaba imaginar qué pasaría si mi ser consciente estuviera ubicado en otra persona y, por tanto, como percibiría el mundo a través de ese otro cuerpo y si podría ocurrir que esa otra parte de mi se encontrase en un lugar y en un momento concreto conmigo mismo. Esa idea, a primera vista absurda e imposible, me hacía entrar en un bucle de divagaciones mentales cuyo fin era dar respuesta a la pregunta de por qué no podía ser yo y otra persona al mismo tiempo o, desde otra perspectiva, si era posible ser una misma persona en dos cuerpos distintos. Claro está, desde la distorsión que supone el paso del tiempo, sé que dicho planteamiento queda tan alejado de la idea original que, descrito de esta forma, me resulta hasta banal y vacío de la carga metafísica que yo recuerdo que sentía sobre mi cabeza siendo niño. Era la inmensidad de la idea en sí y la imposibilidad de dar con una respuesta la que me llevaba a seguir dándole vueltas y a sentir un extraño placer en ello.
Ahora la mayoría de mis reflexiones son mucho más mundanas y materialistas supongo que porque sé que no merece la pena gastar ni tiempo ni energías en darle vueltas a asuntos como aquel y a veces me sorprendo tanto de que tuviese aquella forma de pensar que me da la impresión de que el niño que se hacía esa clase de preguntas no era yo. En el fondo, ahora me doy cuenta de que, en cierto modo, la vida me ha resuelto con los años otra paradoja que jamás me había planteado: ahora sé que se pueden poseer distintas conciencias que jamás llegarán a coincidir en el tiempo en un mismo cuerpo.
En fin, todo esto me lleva a la conclusión de que se llega a ciertas horas del día en que resulta más provechoso dejar de hacerse preguntas estúpidas y dedicar el tiempo a darle un merecido descanso al cuerpo y a la mente.
Buenas noches.

jueves, 3 de marzo de 2011

PARADIGMAS

¿Entrada nueva o viejas salidas a la ya habitual falta de originalidad?

¿Escribir desde la cama porque la silla ya no te inspira o porque es realmente la almohada la que te susurra al oído?

¿En que momento pasó el móvil de ser una herramienta de comunicación a ser el cubo en el que arrojar los despojos de una mente cansada?

¿Pueden las vibraciones sonoras del aire convertirse en ovejas para ser contadas?

Y, lo que no es menos intrigante, ¿cómo es posible que una horda incontrolada de pequeños, estilizados y negros seres de retorcidas formas pedunculadas consigan aferrarse a las pestañas hasta lograr con su peso cerrar los ojos del que busca el sueño entre las páginas de un libro?

Tantas preguntas pueden hacerse como formas de encontrar el sueño haya.
Lo cierto es que llega un momento en que el peso de los párpados se hace insoportable mientras escribo y mis dedos se niegan a responder a las órdenes que la mente les dicta. Es en ese momento cuando el mundo real más allá del pellejo que define los confines de mis párpados deja de existir para dar paso a la realidad del mundo onírico que, aunque aparentemente vacío la mayoría de las veces, está ahí para tamizar los millones de datos que mi cerebro recibe a lo largo del día.
Sea como fuere, al día siguiente, si todo va como es de esperar, volveré a abrir los ojos y el mundo que desapareció detrás de mis párpados cerrados volverá a materializarse invitándome a salir de mi letargo primero y, más tarde, de la cama que, tan callada ella, veló mi inerte cuerpo durante la noche. Y de aquel mundo onírico que existió el tiempo que permanecí dormido es posible que algo persista retenido en mi memoria mas, muy probablemente, ya nada quedará de él antes de que me haya incorporado y las plantas de mis pies reposen sobre el helado suelo del dormitorio.
Existencia efímera, pues, la de los sueños de aquel que, muy a su pesar, no suele recordarlos.