martes, 20 de noviembre de 2012

Sobre los viajes en el tiempo



Tanto ver documentales y programas en la tele sobre alienígenas que, por cierto, últimamente parece ser que están más de moda que nunca, tenía que traer sus consecuencias ineludiblemente. El caso es que esta mañana, de camino al trabajo, iba yo pensando en hombrecillos verdes y en el por qué de que siempre se les pinte con aspecto humanoide: con cabeza de pera que, aunque presente muy reducidos los rasgos faciales a favor del aumento del cráneo, viene con su correspondiente boca, su nariz casi vestigial y sus dos grandes y oscuros ojos almendrados y, ya por debajo del cuello, con cuatro delgadas extremidades pero, al fin y al cabo, bípedos y extremadamente parecidos a nosotros. La conclusión a la que llegué tampoco es nada nueva y entre los frikis del tema goza de gran aceptación la explicación de que en realidad esos alienígenas con aspecto humanoide seamos nosotros mismos evolucionados y venidos de un futuro más o menos lejano. Todo esto en realidad era lo de menos en mis cavilaciones mañaneras. Lo verdaderamente interesante ha venido a raiz de esa conclusión, al empezar a pensar en la posibilidad de que en un futuro nuestros descencientes puedan viajar en el tiempo y regresar y modificar el pasado.

De hecho, pensado así, en frío y a las tempranas e intempestivas horas de la mañana a las que un servidor va a trabajar, la modificación del pasado es una posibilidad espeluznante que, como mínimo, eriza el vello del cogote y, aunque no sea un experto en la materia, creo recordar que hay ciertas teorías o modelos en física cuántica que predicen la posibilidad de la existencia de infinitas realidades paralelas surgidas como ramificaciones debidas a las posibles resoluciones alternativas de los innumerables sucesos que podrían acaecer en cada momento en una determinada realidad. Es decir, que un determinado hecho podría dar lugar, en un determinado punto del espacio-tiempo, a tantas realidades paralelas o alternativas como formas de resolverse y consecuencias de esas resoluciones fueran posibles. Esta explicación permitiría pues que un viajero del tiempo cambiase su pasado sin consecuencias para su presente pues ese cambio en su pasado daría lugar a otra realidad alternativa que no entraría en conflicto con su propia realidad. De modo que, entonces, para regresar de nuevo a su presente debería, además de viajar otra vez hacia delante en el tiempo, saltar de la realidad alternativa que ha creado al cambiar su pasado a su realidad de origen en el presente. En realidad, visto de este modo, la línea de tiempo de este viajero temporal sería como una especie de bypass o, mejor, una puntada con aguja e hilo espacio-temporal entre la realidad alternativa que ha creado y su realidad de origen.

Así pues, imaginemos que en un futuro la especie humana descubre y se hace con el control de una tecnología que permita los viajes en el tiempo, tanto hacia el pasado como hacia el futuro. Bueno, para empezar, habría que aclarar que ese futuro al que una persona viajaría sería en realidad un futuro ya pasado en otra realidad paralela a la del viajero, al que llegaría desde su propio presente, presente que en realidad sería un pasado no sucedido jamás para un observador situado en la realidad de destino de ese viajero ya que, técnica y estrictamente hablando en cuanto a una única realidad se refiere, sería imposible viajar al futuro de esa única realidad pues aún no ha sucedido (eso obviando el concepto de que, en realidad, la vida es un continuo viaje al futuro a una velocidad de un segundo/segundo y el presente en sí no existe porque YA ha pasado). Del mismo modo, por el hecho de viajar hacia atrás en el tiempo, estarías cambiando tu pasado y, por tanto, creando una ramificación en tu propia línea espacio temporal que daría lugar a una nueva realidad alternativa. Así pues, toda esa maraña de realidades paralelas formaría parte de esas otras dimensiones, además de las 4 que ya conocemos (espacio-tiempo), existentes en el Universo que predice la física cuántica y, para saltar en el tiempo, habría que saltar también en esas otras dimensiones de una realidad a otra.

Bueno, aclarados esos pequeños conceptos, volvamos a esa humanidad que ya controla la capacidad de viajar en el tiempo y, por tanto, entre los hilos espacio-temporales que conforman el tejido dimensional de realidades alternativas. Supongamos que nuestros parientes futuros emplearan un artefacto para viajar en el tiempo a modo de máquina de coser multidimensional y que viajaran a un pasado remoto en la Historia de la Humanidad. Evidentemente, sabrían que ya sólo con el mero hecho de viajar en el tiempo estarían creando realidades alternativas y, por tanto, podrían utilizar esa capacidad para crear y moldear tantas Historias de la Humanidad como se les antojase y, aunque los cambios que se produjesen en cada hilo espacio-temporal estuvieran fuera de su control, siempre podrían regresar para ver como discurrirían esas Historias alternativas. Así, cualquier hecho trascendente para nuestra Historia que haya llegado hasta nuestros días de nuestra realidad (por ejemplo, la existencia de Jesucristo o cualquier sorprendente hecho descrito en las mitologías de las distintas culturas humanas) podría ser explicado por esa intervención externa de nuestros paralelos descendientes.

La primera conclusión a la que llego según esto es que, si realmente lo que llamamos alienígenas son nuestros parientes futuros que controlan los viajes en el tiempo, estos individuos deberían estar muy preocupados en que, en esas realidades paralelas, los Humanos no llegasen a controlar y desarrollar la tecnología que les permitiese a ellos a su vez viajar también en el espacio-tiempo multidimensional pues, entonces, supondría una grave amenaza para su propia realidad lo que, en última instancia, les llevaría a tomar la decisión de aniquilar directa o indirectamente a la especie humana de esas realidades que alcanzasen dicha tecnología o, al menos, erradicar o estrangular cualquier posibilidad de que la alcancen. Esto explicaría por qué en nuestra realidad mucha gente (entre los que me incluyo) tenemos la sensación de que el avance tecnológico se ha estancado y explicaría también sucesos históricos que han contribuído a diferentes estancamientos culturales y tecnológicos del Hombre (como la destrucción de la biblioteca de Alejandría, las últimas guerras mundiales o las diferentes crisis económicas que hemos vivido en las últimas décadas). Además, visto como se las ha gastado hasta nuestros días la naturaleza humana, no dudo de que nuestros parientes en el futuro posean ese mismo afán de manipulación y control sobre sus semejantes que nos caracteriza a no ser que, evolutivamente, su conducta diese un giro radical hacia un comportamiento menos visceral y más "humano" con sus semejantes.

En fin, que después de toda esta retahíla de elucubraciones mentales, me queda claro que cualquier posibilidad que se nos ocurra en cuanto este tema es imaginable y que cada una de esas posibilidades daría para escribir páginas y páginas de una fantástica historia de ciencia ficción y, hasta que los hechos no nos demuestren lo contrario, aquí seguiremos solos en nuestra pequeña y aislada realidad haciéndonos pajas mentales sobre lo que llamamos alienígenas y viendo los resultados en nuestros televisores en forma de películas y documentales. Lo más intrigante de todo es que estos mismos fantásticos argumentos podrían ser utilizados por la propia humanidad (bueno, aquella pequeña parte de nuestra especie que posee los medios económicos y tecnológicos para dirigir el devenir de la sociedad y de nuestra cultura) para hacernos creer que nuestro futuro no depende de nosotros mismos. Sea como fuere, el mismo hecho de que haya escrito esto denota que, posiblemente, lo estén consiguiendo.

sábado, 14 de abril de 2012

DUELO

Era miércoles y aquella mañana te llamé para felicitarte pero no lo hice a casa pues sabía que no estarías. Era el día de tú cumpleaños y, sin embargo, lo ibas a pasar en el hospital, aquel lugar que a todo el mundo le parece frío y despersonalizado, ideal para que te realizaran otra de tantas transfusiones a las que ya te habías sometido pero no para celebrar tu cumpleaños. Una celebración que, ingenua y seguramente, teníamos todos en la cabeza posponer al siguiente fin de semana, cuando ya te hubiesen dado el alta. Al menos eso pensaba yo que ya tenía comprado mi billete de autobús para bajar ese mismo viernes después de salir del trabajo, a pesar de que mi conversación contigo me hizo sospechar que tú no estabas tan seguro de ello.
Pero ocurrió lo que ni quería ni esperaba que pasase justo ese fin de semana. Te transfundieron ese miércoles pero pasaban los días y no te daban el alta y, entonces, el viernes recibí la llamada que no quería ni esperaba recibir y tuve que cambiar a toda prisa el billete de autobús para adelantar mi viaje por sólo dos míseras horas, pues no había para más.
Ese fin de semana lo pasé casi íntegramente en el hospital, viendo como te ibas apagando lentamente y, aunque la tristeza se desbordaba por cada uno de mis poros, sólo fui capaz de llorar una vez ese sábado viendo como te dejabas marchar, inerte, tumbado sobre la cama. Quizás porque aunque parecías tranquilo, como si durmieras un plácido sueño, tu trabajosa respiración me empujaba a pensar que por dentro tu cuerpo luchaba y sufría por seguir adelante y deseaba que esa lucha acabase cuanto antes y, efectivamente, sólo unas horas después, acabó. Era ya casi la medianoche del sábado y estaba triste pero no volví a llorar... hasta esta mañana.
Ha pasado ya un año desde aquel fin de semana y, al recordarlo y escribir esto, no he podido evitar que se me forme ese nudo en el pecho que al final sube hasta los ojos para deshacerse en lágrimas y liberar ese dolor que aún llevas dentro, a pesar de que ya hace un año que pasó.

jueves, 9 de febrero de 2012

lunes, 6 de febrero de 2012

Sobre el aparente estancamiento de la cultura occidental

Este gélido domingo pasado estaba yo fumándome un cigarro a la intemperie en mi Madrid natal y, con eso del frío, me sorprendí pensando en una noticia que, un par de días atrás, había visto en el Telediario de TVE. La noticia en cuestión hablaba de que un equipo de investigadores había descubierto un tipo de grasas pardas en humanos que, en condiciones de frío (de ahí que me acordase de la noticia) o actividad física, contribuían a quemar la grasa blanca acumulada en el tejido adiposo. Al hilo de dicha noticia y con el cigarro aún entre mis entumecidos dedos, recordé que cuando estudiaba Biología en la universidad, hacia principios de los 90, ese concepto de grasas pardas y su relación con la grasa blanca ya se conocía. De modo que, sin querer, me encontré haciéndome la siguiente pregunta: ¿qué novedad aportaba dicho descubrimiento sobre lo que ya se sabía dos décadas atrás? La búsqueda de una respuesta para esta pregunta me llevó a reflexionar sobre ciertos acontecimientos que vienen sucediendo de un tiempo a esta parte en el mundo y que no hacen más que incitarme a sospechar que la civilización occidental cada vez se asemeja más al concepto de civilización que representa la realidad virtual recreada en la película Matrix: un mundo que parece estancado en su avance, como si hubiese llegado a un punto de desarrollo tecnológico, cultural y social a partir del cual no se pudiera ir más allá.

No es que piense que nos sucede lo mismo que en la película antes citada: que vivimos un mundo que no es real, ni mucho menos, sino más bien que la situación socio-económica y política de la civilización occidental está lastrando un desarrollo que podría ser mucho mayor de no existir ciertos intereses supranacionales por parte de la élite que maneja la economía mundial. Ejemplos de lo que digo, además de ciertos “novedosos” descubrimientos científicos de cosas que ya se conocían (como lo de la grasa parda), son las recurrentes intervenciones militares en Oriente Próximo en pro de la democracia o el tema de las energías renovables que llevan décadas siendo la eterna alternativa al petróleo que solucionará la crisis energética y ecológica en la que, cada vez más, estamos hundiendo al planeta y que, efectivamente, a día de hoy no dejan de ser una promesa sin cumplir. Podría hablar también de los avances en la curación y/o erradicación del planeta de ciertas enfermedades que, sí, parece que se avanza pero, al final, casi que nos encontramos en el mismo punto que hace dos décadas.

Al final, a la conclusión que llego es, como antes había apuntado, que los intereses económicos de unos pocos han condenado al estancamiento al resto de la Humanidad. Se me ocurre pensar que, posiblemente, esta sea una de las ideas que alimenta al inconsciente colectivo que mueve a la gente a cuestionar el sistema y revelarse contra él en los convulsos tiempos que nos está tocando vivir. En definitiva, hay cada vez más gente en el mundo que se está dando cuenta de que algo no funciona como debería.

Curiosamente, la Humanidad ya pasó por una situación similar a ésta hace siglos. Los historiadores llamaron a ese periodo Edad Media y, en aquel caso, la élite que controlaba los designios del mundo occidental estaba compuesta por la Iglesia de Roma y las grandes realezas que gobernaban en Europa. Aparentemente, el estancamiento científico y cultural de aquella época fue más fruto de una cuestión ideológico-religiosa, en cuya punta de lanza se hallaba la Iglesia Católica, que económica pero, de todas formas, en la Edad Media el dinero también era importante y quien lo controlaba eran, cómo no, la Iglesia y la realeza y, al final, se hacía lo que ellos decidían, eso sí, siguiendo los preceptos de la fe católica. En realidad, actualmente sigue ocurriendo algo muy similar, sólo que esta vez los intereses ideológico-religiosos se presentan en forma de capitalismo, una religión que rinde culto al dinero o, más bien, al poder económico y que, por tanto, aúna ambos intereses: el control de las mentes y el control de la riqueza. 

Evidentemente, todo esto no deja de ser más que una elucubración mía que no sé si será acertada o no. Me gustaría pensar que no y que, simplemente, es un bache más sin mayor importancia en el avance de la cultura humana, aunque sólo sea por el hecho de que, siguiendo con el paralelismo con la Edad Media, siempre he creído que el fin de dicho periodo de oscuridad o, mejor, de estancamiento intelectual, vino de la mano de la pandemia de peste negra que barrió a un tercio de la población europea sin hacer distinción de nivel cultural, económico o de credo. Esto significaría que, con esta perspectiva, no habría que descartar en un futuro no muy lejano, dada la sobrepoblación que actualmente soporta el planeta, que la única salida posible al presente periodo de estancamiento sea una reducción drástica, por no decir catastrófica, de la población humana.

En fin, dicho esto y en vista de lo preocupante del asunto, creo que me fumaré un cigarro. No obstante, un último consejo: ante todo, que no cunda el pánico.

martes, 31 de enero de 2012

SER HUMANO

I'm an animal
I'm not any good...
... I'm human, the any "mal" human

EL PACIENTE CREYENTE

¡Oh, Señor!
Tú que todo lo puedes, todo lo sabes y todo lo ves
Guíame a través de este laberinto de dudas, temores y desasosiego
Que inexorablemente consume mi vida día a día
Envíame una señal que me indique el camino a seguir...

... ¿Hola? ¿Hay alguien ahí?
...
...

“LOBO ES EL HOMBRE PARA EL HOMBRE...”

Cuando el borrego toma conciencia de pertenecer sin remisión al rebaño de borregos y de que está destinado a hacer lo que haga la masa que sigue al pastor pues, si se le ocurre salirse del grupo, sabe que le espera el perro que guarda el rebaño, ¿qué opciones le quedan?

¿Enfrentarse al perro sabedor de la desigualdad de condiciones en una lucha suicida?

¿Intentar convencer al resto de borregos que, en realidad, están más pendientes de seguir al pastor o de que no les muerda el perro que de otra cosa, para que se unan a su causa?

¿Aceptar su destino y esperar a que le llegue el turno de ser esquilado o sacrificado por “una buena causa” (para engordar al pastor y a su familia), como el resto de sus compañeros de rebaño?

Así estamos y así es el panorama que nos concierne actualmente en Europa. No hay que ser muy avispado para darse cuenta de ello y, sin embargo, una parte importante del rebaño aún no se ha percatado de que los pastores nos llevan al matadero y otra parte no menos importante, los que somos conscientes de ello, estamos demasiados preocupados en no enojar a los perros de los pastores, ya sea por miedo o por prudencia.
Los borregos son borregos y no lobos precisamente porque no son conscientes de su fuerza como número y piensan que lo que hacen está bien porque el de al lado también lo hace... y así les va. La “filosofía” de supervivencia del borrego es la de rodearse de cuantos más compañeros mejor. En realidad es la estrategia adaptativa que toman los individuos de cualquier especie que actúa como depredada en la naturaleza porque la evolución ha demostrado que, unida a la de la fuerza del número, es la que más éxito tiene frente a los depredadores. A los humanos nos pasa algo parecido, con la única diferencia de que somos los propios humanos y no los individuos de otra especie los que actuamos de depredadores de nosotros mismos. Los que ejercen el poder y tienen el control de los recursos actúan como lobos que pastorean y depredan al grueso del rebaño, a cuyos miembros no les queda otra que buscar la protección de la masa, cuanto más en el centro del rebaño (campana de Gauss), mejor.

En fin, basta ya de pensar que es hora de retomar el camino al matadero.

lunes, 30 de enero de 2012

CALLE ABAJO

“Creo que es buen momento para irse a casa”, pensó mientras apuraba su último cubata sin quitarle la vista de encima al culo de la camarera que rellenaba la cubitera frente a él, al otro lado de la barra. Así que, a la que se dio la vuelta la chica y aún con lo ojos clavados en el lugar donde antes estaba ella, le pidió la cuenta, pagó con un arrugado billete de 50 euros que sacó del bolsillo derecho de su pantalón y, agarrando el abrigo, se dirigió hacia la puerta de salida de la discoteca sin esperar a que le hubiesen dado el cambio y no precisamente porque le apeteciese dejarle una buena propina a la camarera por el regalo de las vistas. Importante era pues la borrachera que llevaba aquel hombre encima.

Punzante taladraba sus oídos esa noche el frío invernal de un enero agonizante cualquiera. Arriba, en el cielo, la delgada sonrisa que dibujaba la Luna entre los jirones de nubes que el viento había dejado a su paso le recordó por un momento los restos de uñas que esa misma mañana había dejado sembrados por el suelo del cuarto de baño y que, de nuevo con las prisas, había olvidado recoger antes de salir de casa. Tal era el frío que hacía que cualquier pensamiento era bueno para distraer la mente de aquel dolor que castigaba sus oídos en su interminable camino de regreso a casa.

En uno de esos fugaces instantes de lucidez que su mente le dejaba en el trabajoso esfuerzo por controlar sus trastabillantes pasos calle abajo, consiguió despegar la vista de las líneas que las baldosas del suelo dibujaban a lo largo de la acera y vio que, al final de la empinada e interminable calle, un camión de la basura vaciaba los cubos de un portal frente a su casa e inmediatamente pensó, con uno de esos relámpagos de consciencia que iluminan las mentes sumergidas en una espesa neblina alcohólica, que ese año no se presentaba especialmente prometedor, al igual que lo fueron el pasado, el antepasado y así, sucesivamente, hasta donde su memoria le permitía alcanzar. Mientras esto pensaba, súbitamente, fue sorprendido por el frío y desagradable chorro de agua que la manguera de un operario de la limpieza urbana escupía justo a su lado y del que no se había percatado por estar absorto en los pensamientos en torno a aquel camión de la basura. Tan pronto como se lo permitió la borrachera, detuvo sus pasos, se giró torpemente hacia la manguera que yacía en el suelo cual boa constrictor recién alimentada, pues el operario andaba a otros menesteres a unos cuantos metros de allí, y, levantando el dedo índice de su mano izquierda en actitud represora, farfulló unos ininteligibles palabros que ni siquiera él hubiera alcanzado a comprender de haber estado sobrio. Hecho esto, volvió a girarse espasmódicamente sobre sus pies y, con aire de satisfacción, retomó su trastabillante camino a casa.

Cuando aún no había dado ni cinco pasos, sintió cómo el pie que en ese momento debería haberse apoyado firmemente en el suelo, se le deslizaba por contra hacia delante involuntariamente y, medio segundo después, se encontró sentado sobre la acera en mitad del gran reguero de agua que, saliendo de la manguera, corría indómita calle abajo. Justo entonces, aquel punzante dolor de oído que silenciosamente le había estado acompañando durante todo el trayecto se transformó, casi por arte de magia, en un agudo y penetrante dolor en la rabadilla y, de repente, una inquietante idea se le pasó por la cabeza: el desagradable olor que le rodeaba no podía ser otra cosa que el de las heces que, de la hostia, había expulsado involuntariamente por su esfínter. Con más asco que vergüenza y tras el desconcierto inicial de rigor, consiguió incorporarse lenta y trabajosamente sobre la acera y, para su efímero alivio, pudo comprobar al echar la mirada hacia el suelo que aquel olor provenía de la deposición de perro que había pisado y sobre la que se había sentado al caer. Así pues, una vez hechas las comprobaciones pertinentes, recuperó la poca y maltrecha compostura que le quedaba y retomó su accidentado camino a casa.

Como aquel que tiene una tarea pendiente inacabada y para evadirse del olor a mierda que llevaba adosado al chorreante pantalón, volvió a centrar su atención todo lo que su estado le permitía en el camión de la basura que, para entonces, ya había llegado al final de la calle y se disponía a girar en una glorieta para tomarla de subida. En aquel momento, oyó a sus espaldas la voz de un hombre que parecía llamarle: – ¡Eh, chaval! ¿Es tuya esta cartera? –. Al oír esas palabras, automáticamente se echó la mano al bolsillo trasero de su pantalón y, efectivamente, comprobó que en algún momento de la caída su cartera había escapado del lugar en el que había estado confinada junto a sus posaderas. De nuevo, volvió a girarse espasmódicamente sobre sus pies y pudo ver no sin esfuerzo que, en mitad de la reverberante oscuridad de la calle, el hombre, posiblemente el operario de limpieza que había dejado en el suelo la dichosa manguera, se le aproximaba corriendo y blandiendo un pequeño y oscuro objeto en la mano. Cuando aun no había llegado a su altura, el hombre súbitamente se detuvo y, sin mediar palabra, le lanzó la cartera con la intención de que la cogiese al vuelo.

– ¡Lo siento, tío, tengo el furgón de riego sin el freno de mano echado! – Gritó apresurado el operario mientras corría de nuevo calle arriba sobre sus pasos. Al mismo tiempo, la cartera iba dibujando una trayectoria parabólica en el aire en dirección hacia donde él estaba y, casi sin tiempo para reaccionar, extendió el brazo con intención de agarrar la cartera al vuelo, cosa que, dado su estado de embriaguez, evidentemente no consiguió. La cartera golpeó sin embargo en su mano con la suficiente fuerza como para ser lanzada otros cuantos metros hacia atrás calle abajo, con tan mala suerte que fue a parar a un contenedor de basura que se hallaba situado con la tapa abierta sobre la acera.

Más desairado que malhumorado, se dirigió tambaleándose hacia el contenedor y, una vez junto a él, acercó su cabeza al borde para ver si conseguía atisbar dónde narices podía encontrarse su cartera entre el montón de bolsas negras y grises que se apretaban en su interior. De repente, medio iluminada por la tenue luz de una farola distante, consiguió verla colocada de canto entre dos bolsas en mitad del contenedor. Sin reparar en su nula capacidad para mantener el equilibrio debido a su estado y cuán cerca se encontraba el camión de la basura, decidió inclinarse sobre el borde del contenedor para intentar alcanzar con la mano su descarriada cartera y, entonces, ocurrió lo inevitable: sus pies perdieron el contacto con el suelo y el peso de su tronco superior hizo que el hombre se precipitase irremediablemente hacia el interior del contenedor, siendo sepultado en un momento por el montón de bolsas de basura que lo llenaban. Sólo unos segundos pudo forcejear con las bolsas para intentar zafarse de su peso e incorporarse antes de que la conjunción de la falta de aire y de su elevada alcoholemia consiguieran vencerle y privarle del poco conocimiento que aún conservaba, el tiempo justo para que el camión de la basura llegase a la altura del contenedor y sus operarios vaciaran apresuradamente su contenido en el interior de la mole con ruedas.

Así fue, pues, como aquel hombre cargado de cubatas y cualquier promesa que le hubiera tenido preparada ese año la vida devinieron en un montón de basura con toda una vida de reciclaje por delante. Un prometedor fin para un hombre sin pasado ni futuro que creyó que era un buen momento para irse a casa.

domingo, 29 de enero de 2012

Claramente... ¡Caray!

Tengo una amiga que juega con las palabras como un niño juega con la arena de la playa, construyendo pequeños castillos efímeros pero grandes en sí mismos que duran lo que la marea de tu mirada quiera que duren en tu retina aunque, luego, su huella permanezca en la desolada arena de tu mente de por vida.
Mi amiga es capaz de coger un par de conceptos frescos y unas cuantas palabras mondadas y hacerte una exquisita tortilla de palabras dándole vueltas en la sartén de su blog como si de un experimentado cocinero se tratase.
Hoy he recibido por sorpresa un correo electrónico suyo invitándome a participar en otra de esas grandes genialidades que le salen de la cabeza de vez en cuando y, al poco, me he sorprendido visitando, leyendo y releyendo las pequeñas delicatessen conceptuales que publica en su blog (http://unalenguamuylarga.blogspot.com/). El caso es que un hecho tan insignificante como éste ha sido suficiente para llenar una mañana de domingo que, a todas luces, iba camino de convertirse en insulsa y anodina y, sólo por eso, he creído conveniente dedicarla esta entrada como un pequeño homenaje a su grandeza personal y creativa.
Y es que, ¡caray!, sólo he tenido oportunidad de conocer a gente tan claramente original y que espolee mi mente de esta manera una vez (bueno, dos... la otra, curiosamente, fue la que nos presentó) en muchas vidas.
Gracias.